Los apestados del siglo XXI
No había sufrido en carne propia la nueva cruzada secular que el Estado español emprende contra los fumadores, hasta que salí esta mañana en busca de una máquina expendedora de cigarrillos. El señor del quiosco, que siempre lleva la nariz enrojecida durante el invierno, y un penetrante y pulcro olor a heno de pravia en la piel, había retirado todas las existencia, mientras que las máquinas de los bares cercanos a mi centro de trabajo estaban castigadas contra la pared. Me pareció la Santa Inquisición que ahora empieza a encarnar el estado laico para disimular su impotencia en tantos otros renglones que sí revisten un auténtico interés.
Decía Ignacio Ramoned, con su acostumbrada agudeza crítica, que la seguridad era la misión sacrosanta de los estados impotentes, maniatados por el libre mercado que todo lo regula, como si de una ley natural se tratara. Seguridad vial, seguridad contra el terrorismo, seguridad sexual…..y sin darnos cuenta resulta que se nos legislan las costumbres y hasta las opciones más privadas. Nadie tiene derecho a legislar la voluntad de autodestrucción de nadie, me digo, mientras le ruego a una señora, que tiritaba de frío en la acera, que me regale un cigarrillo en nombre de la hermandad de los nuevos apestados del Siglo XXI.
Sin quitarles el derecho a los no-fumadores de no querer tragarse el humo ajeno, no les concedo el permiso de erigirse en fanáticos de la pureza y de la salud. Hay, en sus caras de triunfo, una agresividad solapada que de pronto se desata, y uno se pregunta que si en verdad han vivido tan sometidos como aparentan, o si esa agresividad viene de otras muchas partes.
Decía Ignacio Ramoned, con su acostumbrada agudeza crítica, que la seguridad era la misión sacrosanta de los estados impotentes, maniatados por el libre mercado que todo lo regula, como si de una ley natural se tratara. Seguridad vial, seguridad contra el terrorismo, seguridad sexual…..y sin darnos cuenta resulta que se nos legislan las costumbres y hasta las opciones más privadas. Nadie tiene derecho a legislar la voluntad de autodestrucción de nadie, me digo, mientras le ruego a una señora, que tiritaba de frío en la acera, que me regale un cigarrillo en nombre de la hermandad de los nuevos apestados del Siglo XXI.
Sin quitarles el derecho a los no-fumadores de no querer tragarse el humo ajeno, no les concedo el permiso de erigirse en fanáticos de la pureza y de la salud. Hay, en sus caras de triunfo, una agresividad solapada que de pronto se desata, y uno se pregunta que si en verdad han vivido tan sometidos como aparentan, o si esa agresividad viene de otras muchas partes.
5 comentarios
Tu mismo -
Conjuguemos: yo me intoxico
tu te intoxicas
el se intoxica
y nosotros nos intoxicamos--
todo de puta madre
todo marcha bien
hagamos con nuestras miserables vidas lo que nos plazca-
YO TE INTOXICO (POR COJONES)
TU LE INTOXICAS (POR LO MISMO)
EL ME INTOXICA (Y YO NO KIERO)
A mi me gustan los carajillos, por la mañana, mi café con cognac (que fina soy), pero eso sí, que a todos a mi alrededor les caiga un chorrillo en su café- Y que cojones que me dejen hacer con mi miserable vida lo que yo quiero.
Un beso y adios
Pepita Pulgarcita -
A fumar antes de que nos prohiban abrir la boca o nos obligen a punta de multa a tirar todos los mecheros que tenemos en casa...antes de que nos prohiban sencillamente decidir lo que queremos hacer con nuestras miserables vidas.
Pablo -
Por otro lado, un placer leerte, como siempre...
yo mismo -
jorge severino -