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Ciguapas

LAS DOS ORILLAS: La nueva amenaza.

Van uniendose poco a poco algunos curiosos con ganas de tertulia, amigos benevolentes que se enternecen ante una escritora en busca de lectores. Una de ella, que entró tras acceder a mi ruego de que visitara este blog (sobradas las distancias, esto me recuerda a la imagen de Moreno Jiménez vendiendo sus poemas en los parques, o el decimero Alix), me dijo que se me notaba muy "cabreada", así lo dijo con su acento madrileñísimo. Me puse a leer lo escrito y tuve que reconocer que era cierto. Había un aire soporífero en todo cuanto había escrito, tetricamente postmoderno, es decir, hecho de la queja y de la nada. Pero hace un rato, haciendo zaping por los titulares de períodico, me encontré con una de esas tantas noticias que refuerzan una especie de temor en mí. El actor italo-americano Leo Bassi, que presenta un espectáculo llamado "revelación" y que, a juicio del artista defiende la laicidad, ha recibido amenazas de muerte. Hace unos días unos desconocidos echaron gasolina sobre la vitrina del teatro Arfil de Madrid. Anoche alguien depositó un artefacto explosivo junto al camerino. La policía pudo evitar una desgracia. Leo que una llamada Asociación Alternativa Española (sic) se manifestará frente al teatro en protesta de una obra que por bufa y cómida (no la he visto aún, pero seguro que lo haré) les parece irrespetar a su religión. Mal augurio ver a la ultraderecha copando las calles, entonando himnos entre los jóvenes, transmutandose en una especie de revolución. Que esto ocurra inmediatamente después de las reacciones violentas de los musulmanes, indignados por unas caricaturas aparecidas en Dinamarca, nos hace temer no sólo un efecto contagio (no iban a ser menos los integristas católicos, tan apegados a la doctrina Razinger), sino que el humor empieza a ser no algo de mal gusto, que hasta ahí se puede entender, sino censurable, por las buenas o por las malas.

Seguramente la verdadera rebeldía sería reaccionar como lo hacía el entrañable y patético payaso de Henrich Böll, es decir, persistir en nuestro derecho a reirnos. Habrá que empezar a hablar del derecho a la risa. Pero ciertamente la realidad, o lo que de ella se cuela en los titulares de periódico y en los telediarios, me deja un amargor profundo en la garganta.

La risa es la única redención que nos queda cuando todo está perdido. La risa es una forma de trascendernos a nosotros mismos, vernos desde fuera, como un otro al que perdonamos dado que nos reimos. La risa es una forma de ejercer la libertad, de reivindicar el absurdo, de salvarnos de las pesadumbres.

Quizás sea mi humor agrio el que me haga ver fantasmas, pero tengo la firme convicción de que el arte tiene abierto un nuevo frente que impone una nueva forma de censura a través de una aparente  protesta social.

El discurso de la tolerancia, que muy bien nos ha venido a todos para convivir entre tantos desencuentros, no debe cegarnos ante un ataque frontal. Lástima que de mi protesta no acabe saliendo una carcajada, sino un mustio lamento para mis lectores.

¿Quién se suma a esta tertulia?

1 comentario

Arantza -

de todos los artículos que he leído en esta página,,, me quedo con este.... sigue por esa línea.

Un beso