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ALGO QUE DECIR

ALGO QUE DECIR

Subo al lomo de la polémica, que igual sin quererlo, logra desatar, en aquel que se detenga, el último artículo aparecido en la columna semanal de la escritora dominicana y periodista Patricia Mora (clavedigital.com.),     "Escritores, a ponerse las pilas" , y su propuesta entusiasta a los escritores, su deseo de que cese el acartonamiento y luche por su auditorio, por atraer a un público postmoderno más proclive a la imagen que a la palabra impresa. Patricia Mora asume la idea de que el rezago de la literatura, su suicida insumición ante el desafío impositivo de la tecnología, es la culpable de su perdida de audiencia.

Patricia Mora habla instalada en la postmodernidad y viendo en ella su parte positiva, que es la mejor forma de poder seguir adelante. Sin embargo, no creo que la solemnidad, el cuidado y dominio, e incluso la subversión consciente, de la lengua, deban estar divorciados de un intento de acercar al arte a las masas. El arte es algo para compartirse, y sin embargo hay obras determinantes de una época, que han pasado desapercibidas para el gran público, lo que equivale a admitir que el torrente del arte no deja de fluir, aun cuando sean meandros subterraneos y anónimos.

Pero Patricia Mora no plantea la frivolización de la literatura, plantea más bien un asunto ético, la tan discutida función social del escritor y de los intelectuales en su conjunto. Ante la incultura exhibida sin pudor e, incluso, con arrogancia, de las nuevas generaciones, propone la necesidad de un esfuerzo, de desengolar las maneras, y no el fondo sustancial, y apelar a fórmulas que resulten más cercanas a esa juventud tan desasistida espiritual e intelectualmente.

Sin desestimar sus argumentos, quiero añadir al debate que pretendo terminar de dejar servido, un argumento más. Creo que una de las razones que han producido ese alejamiento de los lectores, esa falta de imagenes de adolescentes caminando con un libro bajo el brazo, o perplejos en los bancos universitarios leyendolo absorto, es el paroxismo editorial y la necesidad imperiosa que tiene el escritor de vivir de su oficio. A mi al menos me espanta esa infinia hileras de titulos de libros y nombres de escritores que abarrotan las librerías, que anuncian y promueven (rara vez critican) los suplementos culturales, que producen una especie de mareo, de nausea. Es como asistir a un mercadillo de baratijas, en cuyas rumbas se hace dificil encontrar una prenda que merezca la pena y se distinga de las demás.

No me refiero a que espere la añorada vanguardia, que tanto esperan los apegados a la modernidad y su ideal de progreso, sino a encontrar al menos un libro en el que se note que hay algo que decir, no necesariamente algo nuevo que decir, sino dicho de nuevo, que es como decir, de otra manera. Muchos escritores escriben cuando no tienen algo que decir, dudo mucho que ello ayude a mejorar el arte. Estoy harta de textos correctos en las formas y huecos por dentro, personajes acartonados de vidas resecas, patéticos soliloquios en los que no reluce nada. Se confunden de ese modo el escritor de oficio y el artista. Pues aunque el segundo no exista sin el primero, no cabe duda de que tantos escritores gramaticalmente correctos, pero de historias que resultan bien escritas pero instrascendentes, acaban degradando un oficio que pocas luces va aportado. 

La literatura, y cualquier forma de creación artística, subsiste, a mi entender, gracias a la necesidad del artista de transmitir su asombro. Dudo mucho que este influjo que debe de traducirse en hallazgo estético, pueda imponerse desde el laboratorio de una laptop. Ese dardo que se clava en la hondura de las obsesiones que imponen al artista la ineludible necesidad de decirlo, de contarlo, de fundarlo, siempre he creido que surge desde dentro, de aquellos que los románticos llamaban sensibilidad y que acabó completando la otra cara de la luna. Pienso, sin discrepar con Patricia Mora, que cuando se fracasa en la divulgación del arte es que no se ha sido capaz de transferir al potencial lector justamente eso tan indefinible como el asombro, aquello que reluce y trasciende y devuelve al ser humano una sensación de sentido. No creo que ese cambio al que aspira la columnista dominicana, tenga que imponerse a la obra en sí, hablamos quizás de la forma de divulgarla.  

Pero, perdonenme si insisto, no estaría de más quitar las baradijas en ese afan de divulgar, y promover aquello que logre amparar al lector de esta apabullante sensación, tan postmoderna por demás, de instrascendencia y cacofonía.

1 comentario

Pachuca -

Ciertamente la obra subsistirá porque si no las manos de aquellos que necesitan escribir se quedarían pegadas para siempre.
Y si bien estoy de acuerdo con que el escritor deberìa vivir de su quehacer, también creo que el mundo de hoy demanda artistas más integrales. Que aquel pedestal de creador debe mezclarse un poco con la estrategia inteligente de hacer que tu obra llegue. Sin que esto implique en modo alguno cualquierizarla ni maquillarla para hacerla vendible.
Rita Indiana, la escritora dominicana es un ejemplo de esto. Presenta sus libros a través de performances que atraen a un gran número de jóvenes y que luego probablemente los lleven a su obra, por demás repleta de contemporaneidad y gracia. Y si no la leen, por lo menos fueron movidos una noche por un vistazo de eso que permenece impreso y que requiere del sosiego de leerlo, que no todos tienen. Pero bueno, algo quedó, algo llegó. A alguno le picó el deseo y las ganas.
Creo firmemente que son los tiempos de la integralidad, y no creo que combinar cosas en aras de ser mejores y de obtener mejores resultados tengan que necesariamente alejarnos de la tarea creadora, del motor, de lo fundamental que es y siempre deberá ser la obra.
La tecnología permite cada vez más que podamos prescindir de los intermediarios que se forran de dinero a costilla del creador. Ya en la música la gente empieza a hacer sus cosas para que la gente las baje por Internet y se salta la intermediación odiosa de las casas disqueras y de más cadena de robo.
Entonces los artistas, también tenemos que volvernos integrales y autosuficientes.