LAS DOS ORILLAS. Cecilia Ramis
ADIOS A PLUTÓN Dice el saber popular que cuando empezamos a llamar ruido a la música que escuchamos es que nos estamos haciendo viejos. Puede que tengan razón y yo haya pasado a formar parte de esa fila, pero en cualquier caso lo que está claro es que nos está costando a algunos digerir algunos cambios que parecen tener el poder de volver nostalgia todo aquello que ha sido nuestro sistema referencial, o lo que quizás resulte más rebuscado de decir, el saber establecido. Mientras los astrónomos debatían en Paris las características que debe de tener un planeta para ser considerado tal, y otras más para que sea del sistema solar, yo pensaba en la suerte de Plutón. A mí siempre me pareció Plutón un planeta tierno, a pesar de que ya los libros escolares advertían que se trataba de un plante frío. Tan redondín y pintadito de verde o azul en los mapas, venía a culminar la lista como un punto final que cierra un círculo. Me los aprendí todos, seguidos, como las conjunciones, las preposiciones, las partes del cuerpo humano, miles de conceptos y clasificaciones que nos hacían repetir de manera cansina sin que entonces le encontráramos ningún sentido a esa tortura nemotécnica. A estas horas la comisión reunida ha decretado la expulsión de Plutón de nuestro sistema y durante un buen rato no me pude explicar la ridícula congoja que sentí. Fue como si de repente hubieran cogido una goma y, sin permiso de nadie, esos sabios enrevesados de mirada perdida hubiesen borrado no un concepto sino una parte de mi infancia. Puede parecer algo tonto, y quizás lo sea en el fondo (como tonto es ese pavor que el ser humano siente ante los cambios) pero no es la primera vez que siento ese hurto. Al fin y al cabo son la unión de muchas cosas como ésta la que hacen que sintamos que somos de una época. Que sepa que ese síndrome de desorientación lo tuvieron ya quienes inauguraron el siglo XX, no hace que aminore mi pesar. A nadie le gustan las ceremonias del adiós. ¿Cuántas cosas más les queda por quitarnos? Me digo como si pudiera estar hablando con mis vecinos de pupitre, mientras pienso en Plutón y las tantas otras cosas que nos quedan por despedir y, lo que quizás en el fondo sea lo que levita detrás de mi congoja, por venir.
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Miguel D. Mena -
taiana -